Petro Paraco
El título de este capítulo, no pretende atraer los malos espíritus -ni azuzar las maledicencias y los 'antipetrismos'- sino, más modesta y benévolamente, posar mis dedos sobre la llaga de uno de los peligros más candentes que -a mi modo de ver- sobrevuela el presente y amenaza el futuro de Colombia y su credibilidad democrática ante el mundo.
Si es cierto lo que sobre las guerras prolongadas se ha dicho -aquello sobre que los enemigos acaban pareciéndose- más vale que nos curemos en salud y no acabe Petro convirtiéndose -ante nuestra ingenua y crédula pasividad- en el 'paraco' que aglutine paralelas a su Jefatura de Estado las guerrillas supérstites que sólo esperan de Palacio su guiño condescendiente para actuar revolucionariamente.
Sobre las espaldas del actual Gobierno -cuya fecha de vencimiento opera fatalmente el 7 de agosto de 2026- pesa tremenda responsabilidad: la de definir la ruta que lleve a Colombia a consolidar en Paz su Estado social de Derecho, democrático y constitucional, o bien instituir un camino bien distinto -revolucionario- que lleve nuestra Nación hacia un Régimen de nuevo cuño, de estilo autocrático, pretendidamente democrático, pero democrático de partido único, estatista y 'comunistoide'.
De un Gobierno que recibe algo más que simpatías y solidaridad de tiranías como las de los Regímenes venezolano, cubano y nicaragüense no debiera esperarse que fuera a obrar de modo contradictorio ni controversial con aquellos. Incluso, no tendría por qué sorprendernos que, su a todas luces sobreactuada fachada de declamado 'progresismo' resulte a la postre -únicamente- utilitaria y oportunista mascarada dirigida a engatusar a las izquierdas 'progres' que cogobiernan con Biden en los Estados Unidos, y a las izquierdas europeas, aún poderosas -aunque en mengua-, que cultivan los mismos discursos neomarxistas y socializantes.
Es en este contexto donde las verdades -estas sí, descontextualizadas, y no por azar- de Mancuso ante la JEP, habrían podido producir sobre la psiquis de Petro el efecto 'narcotizante' de adormecer su anti-paramilitarismo visceral y hacerlo vislumbrar -en trance delirante paterfamilias- sobre que un paramilitarismo de izquierda al estilo de ´colectivos chavistas' y 'guerrillas igualmente protegidas' -y bajo su mando- podría sentar sus reales sobre Colombia y constituirse en el antídoto más eficaz y contundente sobre cualquier intentona de 'golpe blando' o 'menos blando' que pretenda desalojarlo de Palacio.
Es aquí donde quienes nos ubicamos en las antípodas ideológicas y políticas de cualquier Régimen que a poco de andar -y en las condiciones de la Colombia de hoy- se convertiría a no dudarlo en Narco-Régimen, debemos aguzar nuestra racionalidad y establecer hipótesis-tesis-síntesis de acción que impidan que el Cambio que ganó las elecciones de 2022 mute en Revolución anticonstitucional y anti Estado social de Derecho que se imponga sobre Colombia como Estado paramilitar.
A lo dicho arriba se debe el título de este capítulo. Un título que no pretende transmitir una certeza -ni siquiera una profecía- sino apenas una hipótesis de trabajo. Algo a esmerilar y pulir de aquí en adelante. No como tarea propuesta solamente a los opositores de hoy sino también -y especialmente- a quienes votaron por el Cambio y a quienes aún acompañan ese Cambio que votaron. ¿Votaron por un Cambio en democracia, en Estado social de Derecho, constitucional y legítimo? ¿O votaron por un Cambio Revolucionario, inconstitucional, que atentando incluso contra el Estado social de derecho y la democracia, acabe desembocando en un Régimen paramilitar, un Narcorrégimen?
'Petro Paraco', 'Petro Revolucionario', encerrarían en sí mismas la expresión de una enorme paradoja ética y política atribuyéndose a Gustavo Petro, si, habiéndose fundado su carrera política a partir de los '90, sobre el espíritu genuino de la rebeldía, derivase finalmente, precisamente en la instancia culmen de su trayectoria, en aquello tan fatídico con lo que no pocos autodefensas de otrora acabaron 'conviviendo', -el paramilitarismo de Estado- viéndose infiltrar por él, sometiéndose en definitiva, a su diktat criminal.
A todos nos debe quedar muy claro, y sin equívocos, el siguiente concepto: El paramilitarismo de Estado, es siempre y en todo lugar, igualmente condenable, sea que resulte desde posiciones de derecha, sea que resulte desde posiciones de izquierda.
¿A qué apunto con esto? A que, si Gustavo Petro aspira a convertir a Salvatore Mancuso en su nuevo mejor amigo, a partir de las denuncias de éste ante la JEP, debe al mismo tiempo -consecuentemente- sincerarse con Colombia, sincerarse con sus viejos amigos gobernantes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y de paso con Biden, y la Comunidad Europea. Debe comenzar Petro por admitir que así como los genuinos patriotas y combatientes por la libertad que fundaron e integraron las autodefensas, y se vieron, más adelante, infiltrados y teledirigidos por los eslabones más herméticos y siniestros del paramilitarismo de Estado, supieron a partir del Proceso de Paz de Ralito, decir BASTA a esta 'encerrona' paramilitar, y desmovilizarse, aceptando incluso cárcel y extradición, para recuperar así sus derechos ciudadanos como autodefensas genuinos -materia político-legal sobre la que aún está en deuda el Estado de cumplir y otorgar- deben asimismo aquellos genuinos rebeldes que fundaron e integraron las guerrillas, desembarazarse -denunciándolos como hace Mancuso- de todo vínculo pasado con poderes estatales extranjeros que manipularon su natural rebeldía para así enfrentar subversivamente al Estado Colombiano desde una lógica geopolítica de guerra contra los Estados Unidos.
Todo este revoltijo de espíritus genuinos de rebeldía y autodefensa -infiltrados y manipulados por variopintos paramilitarismos de Estado, de disímiles orígenes y luchas entre sí, dentro y fuera de Colombia, ha derivado en lo que hoy Mancuso denuncia -y se auto-denuncia- desde su tragedia personal, pero que también las guerrillas y el mismo Presidente Petro deben afrontar, desde sus propias historias y tragedias, personales y colectivas.
Si, en cambio, se realiza en los hechos y ante nuestros ojos y los ojos del mundo, la hipótesis que plantea el título de este capítulo, significará que de nada habrán servido las declaraciones juradas de Salvatore Mancuso, de nada habrán servido los anhelos de los genuinos votantes del genuino Cambio prometido por Petro en 2022.
Y que, en consecuencia, menos que menos, habrá servido este capítulo -el número 281-, de la novelada y sui generis historia sobre las autodefensas colombianas, garabateada sin censuras, desde 2005.
Ni los unos ni los otros habrán comprendido que, de lo que se trata, es de acabar el conflicto armado, no de echar sal sobre las heridas, atizando aún más el fuego donde todos nos seguimos consumiendo, década tras década, sin auténtica Paz, sin Democracia eficaz, ni mucho menos prometidos -y jamás realizados- Cambios para Bien.
Humildemente,
ASÍ LA VEO YO.
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"Todo esto no tendría que durar, pero durará siempre. El siempre de los hombres, naturalmente, un siglo, dos siglos... Y luego será distinto, pero peor. Nosotros fuimos los gatopardos, los leones. Quienes nos sustituyan serán chacalitos e hienas, y todos, gatopardos, chacales y ovejas, continuaremos creyéndonos la sal de la tierra." (Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957). El gatopardo)
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ASÍ LA VEO YO
Año 19 - Número 281
Por Juan Rubbini
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Los 281 capítulos de ASÍ LA VEO YO -desde su Número UNO, publicado en 2005- están disponibles en www.primeroelbien.blogspot.com.
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